Son las 3h 40m de la
madrugada.
- Quiero dormir pero no puedo.
A menudo, de noche, el sueño se me escapa. Así, discretamente murmuro con la
almohada. Los ojos entreabiertos, busco la
luz en la oscuridad. Me fijo en el cielo a través de
las rendijas de la ventana por donde me llega un hilo del claro de luna. Llevo
mucho tiempo en mi cama retorciéndome por el insomnio.
La lasitud me invade desde el dedo gordo del pie hasta el cerebro dejando sus peores efectos en mí. Entonces, estando medio dormida, la
misma pregunta surge en mi consciencia sobre
la vida. Preguntas que desde hace un tiempo
indefinido permanecen en mi mente, acompañándome en los momentos más silenciosos, en
mis profundas reflexiones.
¿Qué es la vida?
¿Es una noción de tiempo?
¿Es una noche?
¿Es un sueño?
¿Tiene una forma? ¿Un color? ¿Un sabor? ¿Una voz? ¿Un tono?
¿Cuál es el misterio de la vida si enfrente de ella está la muerte?
‒ Yo no
sabía que la vida es una vela que con su llama mi camino ilumina y que con un soplo se apaga.
Este hecho paradójico me lleva más allá de mi mundo a
otro, en la profunda búsqueda
del conocimiento. La especulación de todas mis preguntas sin respuestas
me conducen a la metafísica. Aquí, otra vez
sin piedad, la pesadilla me estrangula, me atormenta. Me
encuentro en un
gigantesco globo transparente, imprevisto. Un globo que sin cesar rueda y rueda, y en el cual yo estoy dentro: moviéndome,
trepando, aunque muchas veces me caigo
y me enderezo. En un ámbito agobiante intento recuperar mi resuello rezando,
desafiando a la
muerte y de nuevo resbalo, las manos hacia
arriba y mis piernas flaquean patinando. Me siento
agotada buscando el aire, buscando la salida.
La antorcha de la inconsciencia retoma el relevo, hurgando en el
fondo de mi consciencia dormida, desfilando entre
las memorias y preocupaciones diarias o nocturnas de mi vida.
Asustada, me despierto con una
contracción en el cuello, la garganta seca. De
un sorbo, me bebo un vaso de agua. Mis manos temblorosas, mi frente húmeda,
fría de miedo y, llena de incertidumbre me digo: “No, no, basta, fue un
delirio, fue una pesadilla. El temor circula en mi sangre. Vuelvo y me echo en la cama,
totalmente envuelta como si fuera una forajida.
Los sueños, aunque agitados, no hablan, se manifiestan
como arte de dibujos animados mudos pero simbólicos. Poco a poco, descubre la
cabeza, le echo
una mirada inquiridora al lugar como si no fuera mío. Aun me siento oscilando entre el sueño y la realidad cuando me vuelve la
conciencia. Una divina chispa en mi fondo me
anima, me sacude, mueve algo en mí: es mi “alma”.
Así, de un gesto me levanto. Me dirijo hacia la ventana. Me asomo al exterior.
Respiro hasta llenar los pulmones. Aquí, me
siento resucitar, vivir. Sí, así es la vida: respirar, sentir, reír, amar,
exclamar, andar, reflexionar, actuar, hablar, prosperar. La vida es una pasión,
un deseo, un estilo; es encontrar a alguien o algo que da sentido a nuestra
existencia… Una brisa agradable, una claridad plateada que desgarra la sombra.
La aurora del sol se impone tranquilamente al horizonte,
me calienta suavemente las venas. La frescura de la lluvia trae el velo de su
humedad sobre la tierra fértil despidiendo una mezcla de delicados aromas de
los jardines de manzanilla, de albahaca mezclada con
menta, de naranjos, de manzanos, de colores de ramas recién floridas.
Repentinamente, el ronroneo ensordecedor del mar furioso interrumpe mi
felicidad, me entumece el cuerpo, me trenza las piernas como varas de mimbre y me
lleva lejos. ¡Dios mío! Sin clarividencia, sin experiencia ninguna, desde el
primer grito de mi nacimiento me he encontrado expuesta
al examen de la vida; este puente invisible donde cada paso adelante es un descuento del viaje
de mi existencia. ¡La muerte y la vida enfrentadas!
El destino es pantanoso. Quiero huir, pero no puedo, tampoco puedo
gritar. No sé si la palabra está muerta
en mi garganta o si yo estoy muriendo. Nacemos de la misma manera, pero cada
uno muere diferentemente.
‒ No
sabía que la vida es un seno materno y que
un día llega el desmame.
Así, con mis dudas y mi pensamiento sobrecargado de
contradicciones emprendo otro vuelo. Un viaje a través el espacio, a través del
universo absoluto y del entorno relativo. Tengo una sensación extraña, una
fuerza receptiva e influyente a la vez de lo que corre por el exterior entre mi
alma, mi corazón y la vida; entre lo espiritual, lo sentimental y lo real. Este
triángulo cuya relación nos incita a meditar y después a actuar; es más bien una atracción mutua que mantiene el
equilibrio interior-exterior.
Mientras, en mi oído retumba el eco de mi tiempo pasado, de
mi entorno cercano y lejano… Muchos recuerdos
estupendos de diversos sabores y colores: dulces,
agradables y azules, de dichosas ceremonias de alegres cumpleaños, de éxito, de
sueños concedidos… Pero otros son amargos y duros por la tristeza y la
injusticia, por las lágrimas y los gemidos, por las enfermedades y los
sufrimientos, por los fracasos y los fallecimientos…
Así es la vida en nuestra tierra cóncava y convexa: destaca
gloriosamente para algunos individuos, mientras y a otros, por desgracia, se les
averían los sentidos.
La vida es un escalón, si no te impones y te posicionas
en lo alto, si no te enderezas y te aprecias a ti mismo, serás pisoteado ahí abajo.
La sumisión al fracaso es terrible, hace del “vivo” un
moribundo. Así, recuerdo cómo, al principio, el
camino de Albert Einstein, de Thomas Edison, de Ludwig Van Beethoven, de Leonardo
da Vinci y otros genios en sus dominios científicos, literarios, artísticos…
tampoco fue pavimentado con mosaicos fabulosos; pero con voluntad, inteligencia
y trabajo convirtieron sus heridas o sus fracasos en éxito, y tuvieron la
convicción de que todos los obstáculos podían ser superados. Así es, solo
debemos tomar impulso. Por eso ellos revolucionaron el mundo
dejando obras e invenciones que nunca dejarán de conmovernos y encantarnos como
lo hacen desde hace lejanos tiempos.
Esta es la vida, con sus diferentes facetas, algo negativo en tu pasado
puede servir para algo positivo en tu futuro. La vida es una sucesión de
experiencias sea cual sea su ritmo, sea cual sea la longevidad del ser humano,
pero nunca de la misma manera.
Esta evasión mental ha sido larguísima, pero no obstante,
por fe y por convicción moral, continúo
siguiendo los meandros de la vida con firmeza y rechazo entregarme a la
desesperación. De repente, surge en mi
memoria la famosa cita de Descartes: “pienso,
luego existo”. Esto acentúa mi curiosidad y mis pensamientos, de hecho, incluso
llego a deshacerme de mis estrechas miras, dado que la lucha entre la duda y la razón
se vuelve una evidencia, es constructiva e indefinida.
La consecuencia se manifiesta ante mí. Con sabiduría,
claridad y sencillez, mientras voy por el buen camino, con los ojos abiertos,
puesto que existo, ya que aún tengo la oportunidad de reflexionar, de producir
y realizar proyectos juntando en mí la esperanza al optimismo para lograr el bienestar en esta vida en forma de herradura, en
su tiempo florido. Por el amor de dios, por el amor de nuestros seres queridos
y el de la humanidad, vivamos
juntos con tolerancia, en paz.
La vida es una responsabilidad, es un asunto complejo. A
pesar de todo, a pesar de la muerte, que nos
acecha constantemente, cada año con entusiasmo espero celebrar mi cumpleaños,
ya que la belleza de la vida está en nosotros pero por ignorancia no la sentimos.
Por tanto, mi historia continúa. Es la historia de una vida, de un sueño. De un
libro abstracto que nunca he escrito, pero que, durante el camino de mi destino,
siempre llevo conmigo para seguir pasando las páginas de mis acciones perfectas
y de otras incorrectas que no puedo borrar, pero que por experiencia e
inteligencia puedo corregir midiendo mis pasos mientras me sea posible.
Por eso, antes de que el tren expreso de la vida pase sin
cogerme, reflexionemos: la vida, como la muerte, es una incontestable
evidencia; pero pregúntate si estás realmente vivo antes de la muerte.
Fátima Ezzehar
Rabat, 15 de abril de 2018
Actividad basada en la novela “Tan tuyo como tu muerte”
de Emili Bayo.