TALLER DE ESCRITURA "A ORILLAS DEL BU REGREG" DEL INSTITUTO CERVANTES DE RABAT

Bienvenidos a «A orillas del Bu Regreg», el blog de los integrantes del Taller de lectura y escritura creativa, un curso especial que realizamos desde hace doce años en el Instituto Cervantes de Rabat (Marruecos).

En este espacio damos a conocer los cuentos, poemas y otros ejercicios de escritura que se proponen en clase y que realizan nuestros alumnos, aunque también publicamos colaboraciones de nuestros lectores.

Muchas gracias por leernos y por compartir vuestras opiniones.
Ester Rabasco Macías (profesora del Taller)

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miércoles, 25 de julio de 2012

“OJALÁ” de ASMA EL HASSANI



Ojalá que mi amor se detenga,
ojalá pueda olvidar tu sonrisa,
tu boca y tus gestos.
Ojalá tus miradas huyan
de mis pensamientos.
Ojalá te olvide con el tiempo
Olvide esos momentos perfectos
apacibles y bellos.
Ojalá nuestro amor se acabe
con amor y sin dolor.

Asmae El Hassani.
Rabat, julio de 2012.
Poema basado en “Ojala” de Silvio Rodriguez.

martes, 24 de julio de 2012

“CONFIDENCIAS” de ABDELLAH EL HASSOUNI


   - ¿Te ofrezco otra copa para acompañarme? La última para mí. No, la penúltima. ¿Dudas? ¿No te sientes tentado? ¡No pasa nada, yo estaré borracho antes de que cierren!
   Las frases apenas podían abrir su camino entre los labios enredados de Yaya y el ballet de sus manos, que agitaba con el fin de corroborar sus declaraciones y que tartamudeaban más que otra cosa. Los anchos brazos de la butaca donde se había desplomado en una posición casi fetal, parecían ceñirlo tiernamente para no aflojarlo. En efecto, todas las butacas de este lugar selecto y refinado, sumergido en una luz tamizada y una música negra de los años sesenta, tenían esa enojosa tendencia.
   En la cara plácida y pálida de su vecino recién llegado, sólo sus pequeños ojos negros y brillantes se permitían interrogar cortésmente a este impertinente desconocido en busca de una oreja dispuesta. Miraba de hito en hito a este jovencito intrépido y pijo echándole ojeadas interminables, arrogantes y altivas. Y antes de que sus labios hubieran tenido tiempo de entreabrirse, los de Yaya quebrantaron el silencio ya molesto:
   - ¿Te preguntas por qué estoy de fiesta? ¡Simple! El caso es que hoy es un día feliz, porque es otro día rutinario sin más, sin problemas. Así y en vistas de que soy un buen ciudadano de este bello país, me gusta brindar mucho en su honor, tanto como me es posible.
   Los ojos del vecino exhibían un interrogatorio espantoso, sin rechinar y sin que sus rasgos expresasen la menor desconfianza o el más mínimo rechazo. Su cara emanaba una frialdad glacial, una frialdad que tenía sus raíces bien ancladas en el interior, en su interior más profundo, y que el alcohol todavía no había conseguido deshacer. Debía preguntarse cuál de las actitudes posibles tenía que adoptar, aunque no fuera la primera vez que una situación así se le impusiera. Habría preferido que fuera una persona del sexo opuesto quien lo provocara en lugar de este hijo de papá. Yaya, que ni siquiera lo miraba, sonreía al tintineo de los cubitos de hielo de su vaso que se arremolinaba invariablemente. Risueño, alegre, tenía ganas de conversar:
   - ¡Escúchame y sin darme consejos! Lo que más detesto es la gente que te prodiga consejos hasta cuando no les pides nada: “Sé prudente, sé atento”, “Piensa en tu futuro”… Algo completamente estúpido. Es como si pudiéramos pensar o adivinar el futuro, planificarlo, hacerlo presente. No somos más que presente, somos tan sólo el momento que vivimos. Y este momento hay que vivirlo imprudentemente, hay que hacer lo que sentimos, seguir nuestra intuición. Es impensable no hacer jamás nada irracional, excepcional. Hay que equivocarse. Sólo los minusválidos y los inválidos tienen derecho a ser prudentes. Yo digo que hay que tener tentaciones, vivirlas, aunque esas tentaciones sean imposibles.
   El lenguaje de Yaya era simple, directo, despreocupado, desconcertante; el lenguaje de un joven en la flor de la vida. ¡No utilizaba esas frases tan largas y llenas de respeto que cada vez nos hacen envejecer unos diez años! Sus manos agitaban siempre el viento y su cara no dejaba de hacer muecas y mohines. Y su vecino apenas había meneado la cabeza a guisa de asentimiento.
   - Estoy furioso y doy los mismos graznidos que un ave que siente pena. Mi cólera es un dolor y mi grito es su expresión. Estoy contra todo lo que es "tonto", aunque sea bastante difícil de definir lo que es "tonto". Es un juicio subjetivo y sentimental. Lo que es "tonto" para mí puede volverse maravilloso para ti. ¿Quizás sea tan sólo una cuestión de justificación, de costumbre, de comodidad o de no sé qué? ¡Yo no soy un gilipollas, dado que no hago nada mal! No hago daño, contrariamente a algunos vendedores, vendedores de ideas envueltas en palabras como derecho o legitimidad, vendedores de dignidades caducadas a las cuales se les cambió las fechas de caducidad, negociantes de todo, mercaderes de culos, no los suyos, sino de los demás. Pero tranquilízate, no soy un maricón ni un homosexual. Justo un ser que se aburre, que está cabreado contra todo, hasta consigo mismo. Al mismo tiempo, no llevo mensaje alguno, hay tantos carteros para esta tarea.
   El vecino de Yaya había fruncido las cejas y había arrugado la frente. Parecía no saber cómo tomar o asimilar este discurso vago, extraño e incoherente, que lo tocaba todo y nada. Eran habladurías de un jovencito embriagado, que andaba medio trompa. Sin embargo, con un movimiento casi ceremonial, lentamente se había vuelto hacia Yaya, cruzando sus largas piernas hacia el otro sentido, le hacía frente y mostraba, aparentemente por cortesía, aunque posiblemente no, un cierto interés. Mientras se pasaba sus dedos por su cabellera entrecana, le murmuró con una voz ronca:
   - El hombre se hace sabio tarde; pero tú, no. ¡Tan joven y ya con éstas!
   Yaya parecía no haber esperado otra cosa sino esa pértiga tendida. Entonces las palabras, las frases, empezaron a emerger de su boca con un chorro ininterrumpido:
   -¡Esto no es una cuestión de sabiduría, sino el dolor de una persona a quien le cuesta mucho ser ella misma! Escúchame, amigo, voy a decírtelo todo. Realicé mis estudios comerciales, unos malos estudios. Imaginas bien si piensas que no los hice aquí sino en el extranjero. No fue nada gratificante, por no decir degradante, el hecho de integrarse en una universitaria nacional. Y como todo hijo cuyos padres tuvieron suerte, prácticamente falló todo, todo fracasó totalmente y volví al país enarbolando el diploma del más grande de los negados. Entonces, mi padre que no podía permitirse que se manchara su reputación, puso en funcionamiento su red y sus palancas y me nombraron responsable en una gran empresa del lugar. Es lo que se hace para los hijos de buena familia. Finalmente, ese es siempre su destino. Y en esos momentos es cuando uno entiende lo que es ser el hijo de tal o de cual burgués, no alguien común, un simple mortal más. Como de costumbre, lo hicieron sin pedirme mi opinión, pues jamás se preocupaban de saber lo que quería. Para los burgueses, todo es contabilidad, todo es fachada. Fue así como comencé a vivir como querían, agarrando el instante tal como se presentaba. Un día, me encontré vivo, vivo en cierto modo y me dije que debía intentar aceptar, sacar provecho de aquella situación. Es normal, para un hijo de padre que tuvo mucha suerte, también tenerla, al menos en parte, ¿no? Así me vendí a mi bello rostro, mi lenguaje pulido, mi traje último grito y mi coche demasiado caro. También vendí mi nombre. No, más bien el de mi padre; en definitiva, el de mi familia. En este contexto, mi trabajo llevaba también el nombre de la inercia. El trabajo era exigente y difícil y jamás me habría sentido a la altura de esta tarea. Y para resumirte te diré que respeto a los trabajadores pero detesto el trabajo, de la misma manera que el que clama que le gusta la religión pero odia a los religiosos. De este modo, no me pedían gran cosa y yo procuraba no hacer mucho, sobre todo porque no soy capaz de gran cosa, aparte de abrir mi bolígrafo y depositar mí uña sobre algunos papeluchos de vez en cuando. ¡Todo eso es muy triste, muy deprimente! ¿No?
   El discurso de Yaya y el vaso bien cargado habían podido más que la frialdad del vecino y signos claros de un deshielo inminente habían hecho su aparición. La curiosidad humana obliga. Ahora, se iba aproximando, se iba inclinando un poco hacia adelante, hasta casi tocar con su oreja la boca de Yaya asintiendo de vez en cuando. Y con el fin de reactivar a Yaya, que se había callado, le interpeló con unas pocas palabras, con frases cortas y con sus movimientos siempre lentos y ceremoniales:
   - Bebamos por el placer que mata al aburrimiento, bebamos hasta el punto de ahogar la memoria. Chin-chin. ¿Pero cómo se puede pasar el tiempo sin hacer nada que motive?
   - Luchar contra el aburrimiento, es, en la medida de lo posible, no renunciar a nada: ni a los viajes, ni a los espectáculos, ni a la glotonería, ni a la sexualidad, ni a los sueños tampoco. Pero en el trabajo, me dio por crear problemas y malentendidos, cada vez que no había nada más o cada vez que no había bastante. De vez en cuando, añadía algo aunque hubiera bastante. Se volvió un juego divertido, un juego en el cual yo mismo destacaba bastante. Ciertas personas, probablemente tan incompetentes como yo, dicen que no soy apto para el puesto. Yo les replico que ellos tampoco lo son y que hay que dejarles el trabajo a aquellos a quienes se lo merecen. Es injusto privar a los verdaderos trabajadores, a los subalternos, de lo que les gusta. Pero ahora estoy hasta las narices, harto de todo esto.
   Yaya sacudía los hombros, como si quisiera quitarse de encima lo que los volvía pesados, pero era en vano.
   - Llenemos nuestros vasos, la charla da siempre mucha sed. Sí, la penúltima copa… Jamás hay que decir la última. ¿Y con las mujeres?
   Yaya sonríe con sus ojos, con sus labios, con toda su cara jovial. Había estirado sus piernas y sus brazos antes de volver a coger la misma postura. Saboreaba la cuestión que ciertamente debía de traerle un montón de recuerdos agradables.
   - ¿Las chicas? Yo, soñaba con ellas desde siempre. Mi divisa era: jamás el mismo perfume más de un par de veces, jamás curiosear demasiado la misma flor. Todas las flores se marchitan demasiado rápido…. Eso es lo que pensaba y lo que todavía pienso. Los ojos de una chica son una fiesta, su sonrisa es una fiesta, y una tarde con una chica en sus brazos es una fiesta, un sueño que se renueva con cada amanecer. Las chicas son por ser muy bellas como las perlas del agua de manantial y todas las perlas están por coger. Y yo cogí de todo, hasta por casualidad, hasta una falda perdida, hasta alguna un poco gorda u otra un poco rubia. Sin embargo, las chicas sueñan con un príncipe encantador, un príncipe que se las lleva en su carroza a un castillo maravilloso para casarse con ellas durante de una fiesta mágica. Así, muchas de ellas veían en mí a un príncipe. Y yo, que jamás había pensado multiplicarme en dos o en más y que no era ni príncipe, ni siquiera un hombre bello, sacaba provecho de eso. Por lo general, les gritaba bien alto que era sólo un joven hombre simple y perdido, pero me decían que el amor transformaba a un ser en un príncipe, en un príncipe encantador. Las chicas jamás desesperan, aunque desesperar no es una fatalidad, es una cosa triste, ¿no? Es la esperanza imbécil la que es abominable, estúpida.
   Entre risitas tímidas y meneos de cabeza, se había quedado bajo el efecto del estupor. Se hallaba boquiabierto, asombrado y no podía replicar ni sugerir nada. Era evidente que el cielo no lo había dotado del mismo poder de seducción y el discurso de Yaya sólo ampliaba su perplejidad y su complejo de inferioridad. El silencio se había vuelto más espeso, más pesado, más negro. Justamente, los puntos luminosos del techo desaparecían uno tras otro dejando detrás de ellos negros halos. El barman, que no había encontrado otra solución que apagar progresivamente la luz, paseaba su molesta mirada entre estos dos últimos clientes. Con los vasos, el tiempo pasa demasiado lentamente, o demasiado rápido, como era el caso.
   Caminando con paso lento, abandonando detrás de ellos esta intimidad momentánea, buscaban las frases adecuadas para despedirse uno del otro. Yaya miraba a lo lejos delante de él, hacia una lejana esperanza perdida. Se volvió, levantó la cabeza en busca de la mirada dura de su gran vecino y rompió la pausa con una sonrisa fugitiva. El otro, alejándose hacia su coche, devolvió a su confidente de aquella tarde una sonrisa semejante a la de él, aunque un poco irónica.
   Y los dos desaparecieron en los dedales de la ciudad, nuestro desierto urbano.

Abdallah El Hassouni.
Rabat, 6 de marzo de 2012.
Ejercicio libre de descripción basado sobre “El posible Balde” de Onetti.

“ESCALERAS PARA EL CIELO” de NAJATE ZIZI


   Antes de jubilarme, aprendí por mi trabajo de investigación científica a trasladarme en avión cada trimestre a París, desde donde escapaba a menudo en dirección a una capital europea, a veces por un congreso y a veces simplemente para disfrutar de un fin de semana personal.
   Actualmente conservo esta costumbre de manera rigurosa, como actividad de apertura al mundo y de libertad y como una necesidad imperiosa para mi equilibrio interior. En la tercera edad, está claro que es demasiado fácil caer en la rutina cotidiana que, bastante temprano, prepara la cama de la vejez cerebral. Pero, por otra parte, se ha constatado en medicina que el hombre puede luchar contra ello alternando constantemente actividades físicas, intelectuales y manuales, sin olvidar el contacto con el prójimo. En efecto, la decrepitud es (¡todavía!) ineluctable a pesar del progreso de la longevidad, pero cada uno debe frenar el plazo de esta degradación cuidando su propia salud física y mental. Sobre esta base, mi filosofía más personal es buscar y encontrar la serenidad para desgranar el rosario de la vida sin conocer su ¿extensión? y creo que este objetivo humano es accesible a todos a condición de permanecer de acuerdo con uno mismo.
   Así que, para romper el aburrimiento de las tareas inevitables y poco agraciadas, me encanta viajar, aunque el avión me dé todavía mucho miedo. Limitada solamente por el costo, elijo países lejanos y desconocidos y siempre diferentes, porque me gusta descubrir los paisajes exóticos, la urbanización de las ciudades, el patrimonio histórico, los museos y otros templos de arte, otra gente y sus costumbres, etc. Por todo ello, yo estoy siempre dispuesta a superar la angustia de volar horas y horas en un espacio cerrado y a alturas que sobrepasan las nubes. Durante el vuelo, intento engañar a mi casi fobia con varias ocupaciones, como lecturas o sopa de letras o crucigramas, pero no puedo dormir ni echar una mirada a través de la ventanilla. Si la meteorología llega a ser desfavorable, me quedo completamente aterrorizada y mi razón no cesa de funcionar cuando veo a otros pasajeros echarse a reír o sonreír como si no pasara nada. El paroxismo se alcanza cuando el avión inicia el aterrizaje, con todos los reactores zumbando. Entonces cierro los ojos y me quedo congelada en mi sitio hasta que tiene lugar la inmovilización total del aparato. Después, todavía mareada, me preparo a marcharme con las orejas congestionadas y tambaleándome un poco. Para no tropezar al bajar las escaleras, debo aguantarme a la barandilla con una mano y con la otra llevar mi equipaje de cabina mientras la gente, que se abre paso a empujones, añade más discordancia entre mis pies a cada peldaño. Una vez que toco el suelo olvido mi estrés y, respirando con avidez, me abandono a un inmenso alivio. Luego, toda mi fatiga se esfuma y cedo lugar a la curiosidad y a la felicidad tan esperadas de aventuras tranquilas y vacaciones estimulantes.
   En cuanto al viaje de vuelta a casa, es evidente que mi estado físico es el mismo, pero no bajo las escaleras del avión con la misma actitud emocional. Mi descenso es un poco más seguro, mis ojos se hallan más concentrados en los peldaños y no buscan novedades alrededor. Psicológicamente, en esos momentos, yo llevo acumulada mucha energía, como si estuviera dopada por el descanso de sueños dorados. El milagro es que vuelvo muy decidida a reencontrar con prisa mi ámbito familiar y me muestro menos atenta a los defectos e insuficiencias de desarrollo que no paro de denunciar cotidianamente en mi país. Pero yo sé con certeza y sin pudor que la tregua durará aproximadamente un semestre y que la falta de otros horizontes se dejarán sentir hasta el próximo vuelo... ¡Hasta que termine mi rosario!

Najate Zizi.
Rabat, mayo de 2012.
Historia inspirada en las “Instrucciones para subir una escalera” de Julio Cortázar.

“EL NIÑO SORPRESA” de MARYAM BENCHEKROUN


   La cara casi cubierta de gris plateado, sereno. Vestido comedidamente y de aspecto casi descuidado. Está tocando el violín cuando, de repente, oye el timbre. Deja su instrumento y se dirige hacia la puerta. Da pasos lentos con sus pies cubiertos de unos calcetines blancos desde los cuales asoma la piel rosada de sus talones. La mirilla le muestra dos hombres mayores con sendas batas blancas. ¿Son lecheros o tal vez médicos? ¿Quién sabe? Otro vistazo le revela la presencia de un niño. El viejo, asombrado, abre la puerta y se encuentra frente a dos asistentes sociales y un crío resignado, paciente, con la cabeza baja, los ojos escudriñando hacia arriba, dos lagrimones en sus inocentes mejillas, los labios apretados y el dedo índice husmeando en uno de sus orificios. Los dos asistentes informan al viejo de que el pequeño es su nieto y que acaban de enviárselo los padres desde Francia para que viva con él en España y se impregne de la ancestral cultura hispánica. Tras ello, ambos se retiran dejándolo cara a cara con el niño. Desconcertado, sorprendido, atónito, mira al muchacho de abajo arriba; luego coge la manita de ese niño acongojado, de zapatos sucios y desatados, y entra en el apartamento seguido de éste. Inquieto, atormentado, el viejo llama por teléfono a su hijo de Francia, el cual simplemente le aclara a su padre que quería darle una sorpresa.
   Mientras el abuelo intenta asimilar esta nueva situación sacando el pijama y las zapatillas de la maleta, que luego le pone al niño, éste sigue aún está llorando al tiempo que a través de la ventana arroja su mirada a lo lejos, hacia el horizonte, buscando un refugio. En la mesa, el mocoso no obedece al viejo, no come. Aunque hambriento, se contenta con fijarse en el hombre y contemplar los tentadores platos de comida. Ya en la cama, el niño sigue suspirando y se niega a recibir las caricias del abuelo, que intenta calmarle en vano.
   Ya es hora de ir a la escuela. En la calle el chiquillo se muestra orgulloso y rechaza darle la mano al viejo, el cual se apresura a cruzar la calle escudando a su recién estrenado nieto.

Maryam Benchekroun.
Rabat, junio de 2012.
Texto basado en el fragmento mudo de una película.

“OJALÁ” de RKIA OKMENNI


Ojalá tuviéramos el poder innato
de aceptar y tolerar las diferencias.
Ojalá no existieran el odio, la violencia,
las matanzas y las guerras.
Ojalá, con miles de ojalás,
no hubiera tantos refugiados
sin hogar y sin raíces,
sin país y tal vez sin identidad
huyendo de conflictos, hambruna…
y luchando para sobrevivir con dignidad.
Ojalá no hubiera intocables en la India,
y se liberaran los esclavos de Mauritania,
no hubiera violencia de género,
ni se explotara y maltratara a los niños,
para que pudieran crecer jugando.
Ojalá se respetara más a la Tierra,
se destruyeran menos árboles,
se mataran menos animales,
se consumiera menos agua
y se contaminara menos el aire.
Ojalá no se enfadara la Tierra
y hubiera menos terremotos, tsunamis,
inundaciones, ciclones y sequías
y todas esas víctimas diarias.
Ojalá no existieran el paro, los desahucios,
la crisis, la pobreza y la insolidaridad.
Ojalá el hombre encontrara todas las mañanas
más poesía en su vida.

Rkia Okmenni
Rabat, 16 de julio de 2012
Poema basado en “Ojala” de Silvio Rodriguez.

martes, 17 de julio de 2012

“LA ESCALERA” de MARIBEL ANDRADE


La primera vez que visité aquel edificio iba con mi hermana mayor. Al entrar al portal, buscamos la escalera porque el ascensor nos pareció siniestro. Pero, para nuestro asombro, al llegar al primero vimos que aquella se terminaba allí. Nos extrañó. Bajamos y buscamos en balde otra escalera. Como íbamos a un piso alto, al último (lo recuerdo bien), no nos quedaba más remedio que meternos en aquel horrible ascensor. Y así lo hicimos. Creo que podríamos haber oído el latido de nuestros corazones, si el chirriar del viejo ascensor en su ascenso hubiera cesado un instante. Ambas sentimos pánico al darnos cuenta de que este subía lento, por un tubo de paredes lisas y oscurísimas de hollín, sin más vanos que la puerta, y sin más luz que la de una tenue, sucia y vieja bombilla, crujiendo como una vieja noria. Digo sin vanos, aunque el único que había sí nos permitía ver, ya que era una puerta de metal de gruesos alambres entrecruzados. Pero sólo pared y nada más que pared veíamos por aquel único vano. De repente, el ascensor se paró y lo que teníamos enfrente era también un muro y la puerta no se podía abrir. El susto nos impedía gritar, ambas debíamos preguntarnos que para qué; quién nos iba a oír metidas como estábamos entre cuatro paredes y suspendidas de un cable en aquel vetusto inmueble. Nuestro asombro y miedo aumentó cuando, al cabo de lo que nos pareció un tiempo eterno, el ascensor comenzó a moverse de nuevo. Seguía subiendo. Cogidas de la mano, con las palmas resbaladizas de sudor, no sabíamos adónde nos llevaba aquella máquina fantasma. Se detuvo de nuevo. Con mis piernas temblorosas, yo hacía grandes esfuerzos para no desmayarme; no podía dejar a mi hermana sola, el deber me mantenía en pie. Seguíamos viendo pared, la puerta seguía sin poder abrirse. De pronto, oímos un ruido detrás de nosotras… ¡¡¡Ahhh!!! Ambas comenzamos a gritar como posesas, un hombre abría a nuestra espalda otra puerta igual que la que habíamos tenido todo el rato enfrente. Salimos como dos locas atropelladas, despavoridas, gritando y gritando… Y comenzamos a correr, pero nuestra carrera fue corta; no había adonde correr, no había escalera. ¡No podíamos salir de allí! Entonces sentí que un calor bajaba por mis piernas y que mis zapatos recogían parte de aquella lluvia caliente. De repente, una puerta se abrió en el descansillo y una mujer con uniforme apareció tras ella, preguntó algo que en mi aturdimiento no entendí; oí a mi hermana que rompía a llorar y luego la voz de un  hombre diciendo: “No sé… Estas dos locas… que han aparecido gritando al abrir el montacargas….”.Algo en mi interior me dijo que estábamos en buenas manos y me desmayé. 


Maribel Andrade
Rabat, mayo-julio de 2012.
Basado en un juego de música y escaleras…

"NO ES QUE MUERA DE AMOR" de ANASTASIO GARCÍA


No es que muera de amor,

me muero por tus besos y en tus besos muero,
me muero por tus caricias, me muero por sentirte,
me muero por abrazarte y en tus brazos muero,
me muero por tu olor, me muero por tu sabor,
me muero por tu presencia y en tu ausencia muero,
me muero por tu sonrisa, me muero por tu mirada
me muero por tu amor, por nuestro amor muero

Me muero por este amor prohibido, si es que de amor se puede morir.

Anastasio García.
Rabat, 07 de julio de 2012
Basado en el poema “No es que muera de amor” de Jaime Sabines.

«VEINTE AÑOS, HIJO», BAHIA OMARI

    Lloro sin cortar cebollas, pero oigo la fluidez de las lágrimas, lágrimas por el dolor que alcanza siempre mi corazón, mi alma; un...

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Cantando los versos de José Martí.

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Iman y Anastasio recitando a Mario Benedetti. Mohammed a la guitarra.

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Manal, Ahlam y Assia recitando a Oliverio Girondo.

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Rkia recitando a Delmira Agustini

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Bahia recitando a Alfonsina Storni.

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Laura & Mohamed y Mohamed & Laura cantando a Alfonsina Storni.

Ensayando para el Día E junio 2015

Ensayando para el Día E junio 2015
Grupo del Taller de Lectura y escritura 2015

Recital 18 de junio de 2016

Recital 18 de junio de 2016
21.00 Instituto Cervantes de Rabat

Bahia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Bahia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015, 19.00 -INSTITUTO CERVANTES DE RABAT -

Rkia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Rkia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015

Iman.PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Iman.PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

Abdellah. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Abdellah. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015

Fatima. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Fatima. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Rabat, 24 de abril de 2015.

Aïcha. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Aïcha. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

RECITAL 11 DE JUNIO DE 2014

RECITAL 11 DE JUNIO DE 2014
Recital "A orillas del Bu Regreg 2014"